lunes, 29 de abril de 2013

Orina antes de dormir


En busca de aventura y emociones, muchos turistas se adentran a los bosques y montañas de la hermosa ciudad de Mérida. En su mayoría famosas por las leyendas urbanas e historias que existen, creadas por los lugareños para atraer aventureros. Llegue a conocer una vez una historia de dos amigos de la prima de un familiar que no recuerdo de mi pareja; los cuales también eran amigos míos. Nos gustaba mucho ir de excursión a las montañas, además adentrarnos junto con las historias que nos contaban de los lugares a donde íbamos nos parecía una aventura emocionante. Precisamente ese fin de semana, ni mi pareja ni yo no pudimos ir a la excursión por razones que no recuerdo en este momento, creo que queríamos pasar el fin de semana con un poco de erotismo los dos solos, es lo más seguro. Ese día solo fueron mis dos amigos, El Ruso y La Aguja. A uno le decíamos ruso por su extraña apariencia, es de tamaño pequeño y tan blanco como el color de la leche, además viste y actúa de una forma muy bizarra, pero a la vez muy frígida. Es como una combinación entre un hippie y un ompa lompa sacado de la película de Charlie y la fábrica de chocolate. A La aguja le decimos así básicamente por su característica promiscuidad, le conozco poco más de 200 parejas sexuales. Además es alto y delgado con un corte afro que le propina la forma exacta de una aguja. Entre los dos parecen una caricatura con el contexto de un personaje frígido y otro idiota, así como pinky y cerebro, o Ren y Stimpy.
Ese día subieron temprano a una montaña llamada “La Mucuy” ubicada al norte de la ciudad de Mérida. Durante el camino se iban contando historias de terror buscando provocar un ambiente de tensión y espanto a la excursión, como lo hacemos siempre en realidad, además preguntaban a las personas que estaban por allí, lugareños y también visitantes, si conocían alguna historia de terror que les pudieran contar, siempre buscando una forma de hacer que el viaje fuese más interesante.
Cuando llegaron a la zona de camping se encontraron a un conocido de ellos, típico de esta caricaturesca pareja, le preguntaron sobre alguna historia de terror conocida en esa montaña.
              –Conozco la historia de una señora aparentemente llamada marta -comenzó a relatar el otro acampante-. Dicen que es una señora de aproximadamente 50 o 60 años de edad, de pelo lacio y largo, y con un color canoso, bajita y con un pequeño encorve de su espalda. La leyenda cuenta que marta residía hace muchos años cerca de esta zona, se dice que a la señora le gustaba subir casi todos los días a las aguas termales que se encuentran cerca de aquí, paseaba mucho y observaba los paisajes. Uno de esos días simplemente no regreso, desapareció y más nunca nadie supo nada más de ella. Muchos campistas dicen que han llegado a ver sombras y siluetas de una mujer caminando por los árboles en la noche.
 – ¿Y tú has llegado a ver algo? -interrumpió El Ruso con un tono de burla pero también de intriga.
– Yo en lo personal no creo en esas cosas y nunca eh llegado a tener una experiencia de ese tipo.
Con estas últimas palabras se despidieron y concluyó la conversación.
Los aventureros, tirando risas y burlándose de la cantidad y la ridiculez de las historias con las que se encontraban, comenzaron a armar el campamento, por supuesto todo se vuelve más divertido a causa de los estupefacientes que se compartieron durante la conversación. Ya al caer la noche estaban sus dos carpas armadas frente a una pequeña fogata que habían hecho para calentarse un poco, mientras comían unas arepas hechas con harina de trigo que se trajeron de sus hogares, luego un cigarrillo para asentar la comida y, como no, hablar sobre las historias para añadirle emoción a la noche. En la zona habían pocos campistas, quizás dos o tres grupos aparte de ellos, el cielo se encontraba nublado y la luna en cuarto menguante apenas se lograba distinguir de entre las nubes, la única luz que se podía observar en la montaña era la de su fogata, esas noches es casi imposible ver más que las sombras de las carpas sin alguna luz que te haga compañía.
Era alrededor de la una de la madrugada y los dos campistas conversaban sobre la vida a la luz de la fogata, con unas pequeñas cornetas sonando una música suave para romper ese escalofriante silencio cuando ninguno de los dos hablaba. Al acabarse los cigarrillos El Ruso fue a buscar unos que tenía guardados en su bolso dentro de su carpa, justo luego de sacarlos su compañero lo llama con una voz entrecortada.
-¡Ruso! Ven rápido, vi unas sombras extrañas por aquellos árboles. -Señalando hacia unos árboles que estaban detrás de su campamento, a los cuales se reflejaba la sombra de su carpa hechas por la luz de la fogata.
–Deja la ladilla marico mira que yo no creo en esa vaina; además en este estado y por el agotamiento podemos ver cualquier cosa y la mente nos puede engañar.
–Sí, seguro fue eso… ¡Mierda! Ahí está de nuevo. -Señalando hacia la misma dirección que antes.
-¿!Donde!?....  ¡Jo-joder sí! Ahí está… No vale seguro es por la sombra de la fogata, repito estamos cansados, deberíamos dormir ya.
Así lo hicieron, ya adentro cada uno de sus carpas y con un miedo acojonante intentaban dormir. Pasados aproximadamente cinco minutos de haberse metido cada uno a su carpa, el estúpido y frígido personaje de El Ruso olvido orinar antes de apagar la fogata, y con unas ganas incontrolables de evacuar su vejiga solo pensaba en las sombras que había visto, intentando armarse de valor para salir, escuchó algunos pasos cerca de donde estaban y observó una sombra que se reflejaba en la parte del frente de su carpa, desafiando la total oscuridad del bosque, pero las ganas de orinar eran mayores que el increíble miedo que tenía en ese momento, además, nosotros siempre nos hemos caracterizado por pensar lógicamente, cosa que hizo en ese momento, llegando a la conclusión de que solo podría ser su compañero o cualquier otro campista acompañándose de una luz encendida a distancia. Convencido pero para nada más tranquilo, intentó poco a poco abrir el cierre para salir de la carpa, pero no tuvo la necesidad de orinar fuera de ella al observar, tan pero tan cerca de él, una silueta obscura con forma de mujer de cabello largo, con un rostro monstruoso riéndose con una boca deforme , retorcida, de la cual salía y se agitaba una lengua larguísima, además, de unos pertubantes y terroríficos ojos rojos mirándolo fijamente como examinando su alma, al instante, se oyó un grito de miedo despertando alteradamente a su compañero de campamento quien salió rápidamente a ver qué pasaba. Lo siguiente que ocurrió, fue El Ruso despertando de su pesadilla con la necesidad de cambiarse de ropa y secar el piso de su carpa.



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