En
busca de aventura y emociones, muchos turistas se adentran a los bosques y
montañas de la hermosa ciudad de Mérida. En su mayoría famosas por las leyendas
urbanas e historias que existen, creadas por los lugareños para atraer aventureros.
Llegue a conocer una vez una historia de dos amigos de la prima de un familiar
que no recuerdo de mi pareja; los cuales también eran amigos míos. Nos gustaba
mucho ir de excursión a las montañas, además adentrarnos junto con las
historias que nos contaban de los lugares a donde íbamos nos parecía una
aventura emocionante. Precisamente ese fin de semana, ni mi pareja ni yo no
pudimos ir a la excursión por razones que no recuerdo en este momento, creo que
queríamos pasar el fin de semana con un poco de erotismo los dos solos, es lo
más seguro. Ese día solo fueron mis dos amigos, El Ruso y La Aguja. A uno le
decíamos ruso por su extraña apariencia, es de tamaño pequeño y tan blanco como
el color de la leche, además viste y actúa de una forma muy bizarra, pero a la
vez muy frígida. Es como una combinación entre un hippie y un ompa lompa sacado
de la película de Charlie y la fábrica de chocolate. A La aguja le
decimos así básicamente por su característica promiscuidad, le conozco poco más
de 200 parejas sexuales. Además es alto y delgado con un corte afro que le
propina la forma exacta de una aguja. Entre los dos parecen una caricatura con
el contexto de un personaje frígido y otro idiota, así como pinky y cerebro, o
Ren y Stimpy.
Ese
día subieron temprano a una montaña llamada “La Mucuy” ubicada al norte de la
ciudad de Mérida. Durante el camino se iban contando historias de terror
buscando provocar un ambiente de tensión y espanto a la excursión, como lo
hacemos siempre en realidad, además preguntaban a las personas que estaban por
allí, lugareños y también visitantes, si conocían alguna historia de terror que
les pudieran contar, siempre buscando una forma de hacer que el viaje fuese más
interesante.
Cuando
llegaron a la zona de camping se encontraron a un conocido de ellos, típico de
esta caricaturesca pareja, le preguntaron sobre alguna historia de terror
conocida en esa montaña.
–Conozco la historia de una señora
aparentemente llamada marta -comenzó a relatar el otro acampante-. Dicen que es
una señora de aproximadamente 50 o 60 años de edad, de pelo lacio y largo, y
con un color canoso, bajita y con un pequeño encorve de su espalda. La leyenda
cuenta que marta residía hace muchos años cerca de esta zona, se dice que a la
señora le gustaba subir casi todos los días a las aguas termales que se
encuentran cerca de aquí, paseaba mucho y observaba los paisajes. Uno de esos
días simplemente no regreso, desapareció y más nunca nadie supo nada más de
ella. Muchos campistas dicen que han llegado a ver sombras y siluetas de una
mujer caminando por los árboles en la noche.
– ¿Y tú has llegado a ver algo? -interrumpió El
Ruso con un tono de burla pero también de intriga.
–
Yo en lo personal no creo en esas cosas y nunca eh llegado a tener una
experiencia de ese tipo.
Con
estas últimas palabras se despidieron y concluyó la conversación.
Los
aventureros, tirando risas y burlándose de la cantidad y la ridiculez de las
historias con las que se encontraban, comenzaron a armar el campamento, por
supuesto todo se vuelve más divertido a causa de los estupefacientes que se compartieron
durante la conversación. Ya al caer la noche estaban sus dos carpas armadas
frente a una pequeña fogata que habían hecho para calentarse un poco, mientras
comían unas arepas hechas con harina de trigo que se trajeron de sus hogares,
luego un cigarrillo para asentar la comida y, como no, hablar sobre las
historias para añadirle emoción a la noche. En la zona habían pocos campistas,
quizás dos o tres grupos aparte de ellos, el cielo se encontraba nublado y la
luna en cuarto menguante apenas se lograba distinguir de entre las nubes, la
única luz que se podía observar en la montaña era la de su fogata, esas noches
es casi imposible ver más que las sombras de las carpas sin alguna luz que te
haga compañía.
Era
alrededor de la una de la madrugada y los dos campistas conversaban sobre la
vida a la luz de la fogata, con unas pequeñas cornetas sonando una música suave
para romper ese escalofriante silencio cuando ninguno de los dos hablaba. Al
acabarse los cigarrillos El Ruso fue a buscar unos que tenía guardados en su
bolso dentro de su carpa, justo luego de sacarlos su compañero lo llama con una
voz entrecortada.
-¡Ruso!
Ven rápido, vi unas sombras extrañas por aquellos árboles. -Señalando hacia
unos árboles que estaban detrás de su campamento, a los cuales se reflejaba la
sombra de su carpa hechas por la luz de la fogata.
–Deja
la ladilla marico mira que yo no creo en esa vaina; además en este estado y por
el agotamiento podemos ver cualquier cosa y la mente nos puede engañar.
–Sí,
seguro fue eso… ¡Mierda! Ahí está de nuevo. -Señalando hacia la misma dirección
que antes.
-¿!Donde!?....
¡Jo-joder sí! Ahí está… No vale seguro
es por la sombra de la fogata, repito estamos cansados, deberíamos dormir ya.
Así
lo hicieron, ya adentro cada uno de sus carpas y con un miedo acojonante
intentaban dormir. Pasados aproximadamente cinco minutos de haberse metido cada
uno a su carpa, el estúpido y frígido personaje de El Ruso olvido orinar antes
de apagar la fogata, y con unas ganas incontrolables de evacuar su vejiga solo
pensaba en las sombras que había visto, intentando armarse de valor para salir,
escuchó algunos pasos cerca de donde estaban y observó una sombra que se
reflejaba en la parte del frente de su carpa, desafiando la total oscuridad del
bosque, pero las ganas de orinar eran mayores que el increíble miedo que tenía
en ese momento, además, nosotros siempre nos hemos caracterizado por pensar
lógicamente, cosa que hizo en ese momento, llegando a la conclusión de que solo
podría ser su compañero o cualquier otro campista acompañándose de una luz
encendida a distancia. Convencido pero para nada más tranquilo, intentó poco a
poco abrir el cierre para salir de la carpa, pero no tuvo la necesidad de
orinar fuera de ella al observar, tan pero tan cerca de él, una silueta obscura
con forma de mujer de cabello largo, con un rostro monstruoso riéndose con una
boca deforme , retorcida, de la cual salía y se agitaba una lengua larguísima,
además, de unos pertubantes y terroríficos ojos rojos mirándolo fijamente como
examinando su alma, al instante, se oyó un grito de miedo despertando alteradamente
a su compañero de campamento quien salió rápidamente a ver qué pasaba. Lo
siguiente que ocurrió, fue El Ruso despertando de su pesadilla con la necesidad
de cambiarse de ropa y secar el piso de su carpa.