Se
puede escuchar el canto de las aves, un canto vivo y alegre, un canto que llego
a pensar que está expresando asombro ante el espectáculo que se vive en ese
momento.
Horas
antes, desde la ventana de mi cuarto se podía ver como caían las gotas de
lluvia, gotas de agua que aparecían desde el cielo como por arte de magia, lágrimas
de dios caían desde lo alto contra mi ventana, marcando su recorrido sobre
ésta, empañada por el frio. Admiraba desde mi cuarto como una fina capa de
neblina empezaba a esconder la ciudad, esperando el majestuoso espectáculo que sabía
que ocurriría cuando el agua cesara.
Lluvias
de mediodía, pocas veces duran más de 3 o 4 horas, comienzan alrededor de las
once de la mañana y pueden estar terminando aproximadamente a eso de las dos de
la tarde, esos momentos en que la tierra se toma una ducha. La naturaleza se
calla, se puede oír el silencio si lo escuchas bien, solo se escuchan las gotas
impactando contra el suelo.
Mientras
la lluvia, la neblina y las nubes comienzan a retirarse de su labor, se puede
observar como escasos rayos de la luz del sol penetran hacia la oscuridad; el
espectáculo que se presenta es lo suficientemente hermoso para cautivar
cualquier alma. El sol se intensifica y los pájaros y aves entonan sus cantos
con una energía mucho más hermosa que en cualquier otro momento, los colores se
pueden observar con una nitidez increíble, el verde de los árboles se
intensifica, y la majestuosidad de la montaña se impone ante nosotros. ¡Que
hermosa es Mérida!
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