lunes, 29 de abril de 2013

Lluvia de mediodía.


Se puede escuchar el canto de las aves, un canto vivo y alegre, un canto que llego a pensar que está expresando asombro ante el espectáculo que se vive en ese momento.
Horas antes, desde la ventana de mi cuarto se podía ver como caían las gotas de lluvia, gotas de agua que aparecían desde el cielo como por arte de magia, lágrimas de dios caían desde lo alto contra mi ventana, marcando su recorrido sobre ésta, empañada por el frio. Admiraba desde mi cuarto como una fina capa de neblina empezaba a esconder la ciudad, esperando el majestuoso espectáculo que sabía que ocurriría cuando el agua cesara.
Lluvias de mediodía, pocas veces duran más de 3 o 4 horas, comienzan alrededor de las once de la mañana y pueden estar terminando aproximadamente a eso de las dos de la tarde, esos momentos en que la tierra se toma una ducha. La naturaleza se calla, se puede oír el silencio si lo escuchas bien, solo se escuchan las gotas impactando contra el suelo.
Mientras la lluvia, la neblina y las nubes comienzan a retirarse de su labor, se puede observar como escasos rayos de la luz del sol penetran hacia la oscuridad; el espectáculo que se presenta es lo suficientemente hermoso para cautivar cualquier alma. El sol se intensifica y los pájaros y aves entonan sus cantos con una energía mucho más hermosa que en cualquier otro momento, los colores se pueden observar con una nitidez increíble, el verde de los árboles se intensifica, y la majestuosidad de la montaña se impone ante nosotros. ¡Que hermosa es Mérida!



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